venerdì 29 maggio 2009


“Alta Marea”



Ediciones Quasar
Roma
2005






Dime: cómo es que has adelgazado tanto?
Sufres acaso de poesía?

Li Po





Atormentada reflexión


Empujado por una tarde de verano
por la amenaza de un cielo plomizo
por los árboles inmóviles de pájaros
y ese aire enviciado de respiros.
Convaleciente de un mal desconocido
de una enfermedad sin remedio
pienso en el itinerario del camino
en los zapatos sedientos de eternidad
en los senderos que se bifurcan
en la montaña oculta por la bruma
en la obcecada necesidad de llegar.
Y me digo entonces sin ánimo
sin deseos de acosarme en mi extravío:
de qué están abarrotadas tus alforjas
qué bienes preciados has recogido.
La marcha ha sido larga: bien lo sé
el paisaje que estableció tus pasos
la resonancia de otras voces austeras
la flor que nunca te atreviste a tocar.


Ahora que la tormenta es una realidad
despliego las velas de mi escritorio
y estoy listo para zapar sin titubeos
en el dominio de este diluvio universal.



Se agotan tus ojos: no tu mirada


No niego que los zapatos opriman
y que la camisa pierde sus botones
en este otoño subrepticio de estrellas.
No puedes negar que las escaleras
crezcan cada día más bajo tus pies
y que tus manos no recuerdan el roce
en un acervo de pieles y perfumes.
No obstante se confundan los nombres
en un torbellino de fragmentos confusos
y la sensación del espacio se reduce
y la mentada serenidad no te alcanza.
Cada amanecer es siempre un milagro
una eventualidad de tonos insoportable
un bochorno cierto y deslumbrante.


Viaje todo incluido

Nada de lo que posees en esta tierra
dejará de deteriorarse definitivamente.
A la corrupción de tus manos tímidas
seguirán otros inapelables destrozos
y el fuego que todo pulveriza
dejará un puñado de cenizas
que el viento esparcirá con tu alma
(admitiendo que ella exista).
No podrías decir ahora con certeza
quiénes necesitarán voces de consuelo
qué parte de tu existir escindido
será por un momento recuerdo,
fugaz secuencia de otros sentidos.
Sardónico es pensar en tus camisas
en la suerte de tus pantalones de pana,
por no hablar de tus cuadernos
de las palabras que resistieron
a una posible comprensión.
Quién se hará cargo de tus libros
de las tontas corbatas de seda
cuando no quede ya nada
cuando las cartas cesen de llegar
por causa de un destinatario ausente.
Nada de todo esto me preocupa
nada de todo esto puede preocupar
es el juego más serio que imagino
y todo juego tiene sus reglas fijas.
Lo que se acaba en realidad es nada
la forma que reflejo me es extraña
la forma austera en que me muevo.
Por eso hago referencias al Tao
que sin duda no se puede nombrar.
Nada de lo que posees en esta vida
quedará excluido de esas cenizas.



A La Señora Resignación


Ojalá esta poesía pudiera cambiar el mundo
pero no me permito sueños tan desmesurados.
Permito que me cuenten las mil y una noches
— como conozco la historia no les creo —
dejo que repitan los conceptos más ilustres
— aunque sé que tergiversan su sentido —
participo en las elecciones de autoridades
— pero no les guardo ninguna esperanza —
Me conformo con saber que quizás esta poesía
te llegue en un instante de dioses bien dispuestos
y que ellos puedan fijarte una sonrisa en la boca
y hagan estremecer tus firmes senos renacentistas.
Es cuanto hoy puedo pretender con mi poesía
eso, y un poco de sosiego a mis deseos de justicia.



Ella espera que tu vida la honre


Los sonidos se derrumban en el espacio circular
y hay una intención escondida que resiste.
Buscando la serenidad se agolparon los pájaros
se ha perdido la incorruptibilidad del sueño
nos hemos desvanecido como en una foto,
han amanecido tantos firmamentos verdes
tantas sábanas se han consumido en la hoguera.
De vuelta del largo viaje que no termina
tu sombra ha hecho un despropósito de gestos
se ha dormido la gata gris en tus piernas
y ahorcajadas has llevado la figura de ella.
Recorriendo los vestigios del pasado
con meticulosidad de cirujano ciego
has subido montañas y avistado universos
al tiempo que las hormigas marchaban
en eneagramas de sentencias chinas.
Estabas ausente de la incertidumbre
del cuadro familiar de una vida
que embestía hacia el espacio abierto.
Los cuchillos se entrecruzaban sin filo,
un estallido voraz espantaba tus motivos
todo lo que dejaste oculto en un hueco
en un margen impermanente de la casa
los brebajes auténticos se han perdido
y el puente navega ahora sobre el río
entre barcos desoladas de piratas muertos.
En el panorama serenado de tu risa
una voz repite su mantra primaveral
los maderos apergaminado se inflaman
los océanos en los ríos alterados agonizan
la amalgama de tu verbo se dispersa
la tierra se comprime en su sistema.
La ilusión se muda en otras ilusiones
el saber resiente tu piel resquebrajada:
la muerte espera que tu vida la honre.
La cotidianidad es un cuchillo


La música de jazz suena en un piano destartalado
mientras el invierno medio roto lame los cristales sucios
y en la calle alguien llama sin éxito a Manuel.
Toso en mi cuarto esta mañana madrileña
que deja agitar los fantasmas de tela de algodón,
ellos están empeñados en saltar desde la biblioteca,
tremenda acumulación de diccionarios y gramáticas,
hasta los mismos borde del escritorio chueco;
un león medio adormecido gira su cabeza despeinada
y una bailarina rusa en puntas de pie recorre el pasillo
golpeándose contra la cama que le cierra el paso.
Creo que por ahora nadie más perturbará la mañana.
En el salón los canarios discuten, tal vez de filosofía
y añoran un pasado que ahora parece sin importancia.
Los cables de la luz están tensos e irradian destellos
que chorrean por las paredes impregnadas de oro,
se filtra unos efluvios de pescado rancio por la puerta
que con delicada discreción se adhiere a los destellos
y el sol tímido ni calienta ni da luz en el cuarto
por culpa de unas nubes sucias que la vecina
ha colgado en el balcón, junto a las ropas descoloridas.
Me canso de buscar esa palabra que no se deja aferrar,
y que seguramente Drummond de Andrade habrá inventado,
al mismo tiempo Río de Janeiro por la ocurrencia del poeta
y por el billete con su rostro fuera de circulación.
Hoy el día esta mal encaminado para la traducción
y no tengo ganas de cortar esos pechos de pollos
tan babosos y llenos de quien sabe que hormonas,
me quedé sin cigarrillos y no me da afán de salir
pero presiento que al final lo haré, para un fumador
no quedan demasiadas alternativas de sosiego.
Presentía que hoy iba a ser un día bastante monótono
pero no tuve la valentía de aferrarme a las sábanas.
Será la edad, me digo, serán los efectos de la globalización.
Si no fuera porque las nubes sucias de la vecina se han secado
y porque esos fantasmas fastidiosos han cesado con sus brincos
me volvería a la cama y cubriría toda esta confusión reinante
fabricando para mis adentros una pesadilla reconfortante.


Madrid 2002






Mis ojos que La ven aún

a Elvira Josefa Davis de Sánchez
in memoria

A la manera de una bola de papel
estrujada sin aristas ni formas
el mensaje electrónico yace en una esquina.
No sé bien a través de qué ondas espaciales
su señal se arrastró hasta esta isla
y puso raras sustancias atávicas
en el circuito cerrado de mi cuerpo.
Lo cierto que es mi madre ha muerto.

Qué estabas haciendo a las ocho y cinco
de ese domingo igual a otros domingos.
Quizás repasando el universo de los hechos
ensuciándote las manos de tinta negra.
La verdad es que eso ahora poco importa
poco importa tu ubicación geográfica
la música de fondo que impregna la pantalla
de imagines sin un orden lógico.
Tu corazón se niega a la arrogancia
de un tango final de claros rasgos orilleros.
Huyes de toda verborrea doméstica
de toda imagen que no sea secuencia
ritmo desaforado de postales familiares
del barrio Villa Pueyrredón y paraísos.
Ella vuelve a ser otra vez el principio
de un discurso que bien sé: nunca acabará.
Ella vuelve a resurgir de tus entrañas
en su llana materialidad de esfuerzos
en su austera visión de realidades.
Ahora su cuerpo es nuevamente polvo
cenizas redimida a su forma sin origen
a su reprimida vocación de mutaciones.
La probabilidad matemática se cumple
y tú estás llamado a persistir en sus rasgos
en gestos y actitudes de precaria inmortalidad
donde ese buen Dios exhausto está ausente.
Lo cierto es que el polvo no dificulta tu mirada
mis ojos que aún La ven entre mis trapos.

Santo Domingo
19 de julio de 1999






Un buen lector


Me considero un buen lector de poesías
siempre abierto al verso que me inquieta
al giro de expresiones que me transforma.
Me han hecho viajar mucho por este mundo
y por otros espacios un tanto desconocidos
que al final se revelaron harto familiares.
Itaca fue por ejemplo un destino permanente
y Ch'ang-ming donde Li Po pasó su infancia.
Revisité mil veces mi ciudad en otros ojos
y la pastora torre se me metió en los huesos
junto a la fotografía del de la cabeza vendada.
Pero siempre regresé a mí ser melancólico
al punto en donde empieza la aventura real
que tiene también sus rudimentos poéticos.
El lenguaje creció como una selva oscura
llegó a convertirse en una infructuoso fuga
de la que sólo se puede volver fortalecido.
No voy a mencionar la injusticia social
esa clase de lucha de remotos orígenes
que con fuerza guerrera pidió la palabra
pero que no podía cambiar este mundo.
El amor no se aprende pero pude aprender
sumergido en el horror y la resurrección
mientras llegaban los amigos cabalgando
en un paisaje de trascendencia humana.
Con sus monjes y fariseos roce a veces
el hilo sutil de ciertos hechos invisibles
y escuché voces de un delirio sosegado
que hablaba de un centro permanente.
No todo fue razón ni cordura ni cerebro
hubo momentos de vacíos significativos
intimidades verdaderamente insoportables
ríos de sangre reventando por la boca:
pero sería injusto olvidar tantas fiestas.
La vida terminará como estaba previsto
la poesía encontrará sin duda otro cuerpo.



Su doble


Como un sueño en penumbras carente de realidad
se suceden los días en esta madriguera socavada
y no hay señales de los bandidos harapientos.
No tiembla la tierra bajo la presión de los caballos
ni hay indicios de nuevos escuadrones fantasmas:
la polvareda es una nube desprendida del cielo.
La atención se agiganta con el pasar de las horas
y resiste agazapado sobre un nido de serpientes
una mosca vuela pegajosa desde su nariz a su fusil
pero no le inquieta tampoco ese zumbido grotesco.
Está al acecho con una devoción incomprensible
afilando sus uñas rotas contra piedras calcinadas.
Su certidumbre no padece de tentaciones vanas
su arma apoyada con firmeza sobre la ardiente roca
su ojo apenas entornado atento en afinar la mira.
Paciencia de guerrero al extremo de la mitología
sabe que por allí pasará tarde o temprano su doble
y espera con nobleza que se materialice esa muerte.



Piratería


Funcionan las plantas eléctricas
no se oyen los pájaros que cantan
ni los grillos con su retórico pregón
se hace difícil oír la voz interior:
los pensamientos ebrios de mi ser
recuperar el sabor del silencio.
Lejanos están sus pasos en la casa
la frase alterada que desata su risa
en tanto espacio desolado y vacío
tiembla mi caja de huesos rotos
en una taquicardia de sonidos roncos.
Buscas en las cartas desordenadas
un recuerdo que despierte la memoria
y tranquilice el deseo del canto.
En este lugar que florece como tuyo
-conquista a la manera castellana-
entre fotografías atemporales
tu mirada alocada realiza su trabajo
perforando los límites del cuarto
la sensación de isleño que te invade
y la yola precaria se hace a la mar
se hace a las corrientes tibias.
Millones de peces aterciopelados
bajo un manto turquesa sin estrellas
ven pasar una sombra como de nube
los remos tartamudos bogan a la deriva:
sed de naufrago en tu boca
vacío sin hambre en tus entrañas.
Tu viaje no tiene horario cierto
en el compás de tus brazos lentos
un sol violento golpea tu piratería
y penetra desde la piel hasta los huesos.
Funcionan aún las plantas eléctricas
sobre tu cuerpo clavado en la arena.
Nada pesa más que una palabra
que un ciclo que se cierra sin trabas
que una lección que no se aprende.
Vuelvo a calcular lo que fui entonces
con un cuerpo flamante e inexperto
una cabeza llena de espacios tibios
y sentimientos secándose al sol.
No es que yo ame los balances
el resumen de una vida no concluida
la dilatación del tiempo imaginario.
La brisa está ausente de la tarde
el rugido de las máquinas gobiernan
con su gelatina de humedad verde.
Busco un tema cualquiera que proyecte
una condición entre las condiciones
que acapare esa parte viva del dolor
y se remonte entre las nubes pesadas
en el plomo cupo del cielo atornillado.
Fragor de memoria derretida en suburbios
ardor de calle céntrica herida por el paso
juventud palpitante de Buenos Aires
que vuelve a enceguecer tu risa-tango
tu piel de escamas perdidas en zaguanes
en nombres de mujeres desaparecidas
en el orgasmo de tu necedad de saber.
Las cicatrices en el pergamino de tu límite
son un itinerario ebrio y sin consuelo
apenas rozado por una mano tenue
que intenta reconstruir los hechos
con la ferocidad de un testamento.
Con tu ciencia atolondrada de gorriones
probaste a planificar una idea central
un eje de lectura posible del concierto
y con segmentos construiste una red
de araña hipnotizada por la Cruz del Sur.
El mundo era un espacio lejano
desde este territorio pingüínico
y llegaban las voces impresas
las imágenes inciertas del más allá.
Infinitas tarjetas de hoteles sin estrellas
fueron decorando mil aventuras truncas
y el Gran Zeppelín pasó como la guerra
dejando nuevos espacios en el azul
nuevos reinos tentadores de conquista.





Sesenta años


Reduzco el espacio por donde las palabras vuelan
ensancho el corazón acorralado de ausencias
un padre resucita desde un retrato amarillento
una madre desafinada se muere sola: varias veces.
Os digo que estoy por cumplir sesenta años
y no me atrevo ha insinuar ninguna conjetura.
Hay un lugar de la casa que privilegio siempre
un árbol con el cual intenté iniciar el viento
una caja de lata con secretos por donde escapa
una muchacha descarnada que se dejó amar.
Hay una valija revestida con nombres de ciudades
una torre de babel de pasaportes descoloridos
un frasco de mermelada abarrotado de monedas
una cámara de fotos acostada sobre la silla de mimbre
de donde asoma una anaconda de fotogramas magenta.
Parecería un inventario pero es sólo una desvarío
un elenco tartamudo de un discurso que no concluiré.
Asoma del tomo tres una infanta con bucles rubios
lleva la impronta de mis ojos y copia mi apellido
y en París hay una cigüeña que no termina de llegar.
La albahaca en el balcón conversa con los geranios
y la pareja de canarios esperan visitas de gorriones
en una alegoría civilizada de engañosa libertad.
Manada de coches apresura la marcha de la modernidad
en un bosque de cemento lleno de ojos ciegos.
El campo de batalla esta cubierto de sábanas azules
hay señales en todas las paredes de viajes inconclusos
ropa acumulada siguiendo las cuatro estaciones
libros y cuadernos chorrean por todos los anaqueles
en una acumulación contradictoria de un saber cojo.
Hablemos si es necesario de los apuntes y de las notas
en el caso de creer en la posibilidad de otra vida.
Aquí tengo todo lo que puede ir perdido en un incendio.



Problemas de lenguaje


Ah, malditas palabras que me huyen
finalmente habéis comprendido mi secreto
mi enorme difidencia a vuestro poderío.
Me pierdo entonces en silencios
en pausa que acreditan mi constancia
mi osada resistencia a vuestra seducción.
Hace tiempo que busco alternativas
atajos que puedan convertirse en puertos
desde donde partir en otras direcciones.
Mis sentidos están cansados de conceptos
de subterfugios que alimentan sus fantasías
y fuerzan mi piel a dilataciones inauditas.
Habéis hecho de mi vida tantas vidas
de mis amores tantos desamores.
Confío en que la muerte me libere
de vuestra amada y arrogante tiranía.





Segunda parte:
“Eternidad finita”



Estate, inverno
autunno, primavera,
passa così l’eterno.

Mario Socrate

Ajedrez


Ella volvía a mí por la crisálida de su sonrisa,
apenas acariciaba mis mejillas agudas
y socavaba en mi memoria el olvido,
la tartamuda serenidad de mis labios.
Con la habilidad de sus manos sin torpezas
descascaraba mi envoltura de verano
las plumas tenues de mi abanico de oriente
desplazaba las piezas enfrentadas de marfil
ruborizaba mi soledad perdida en sargazos
anclaba los barcos de mis visión de lejanías.
Resistía a sus deslizamientos imperceptibles
a los cortes que producía su cuerpo austero
en los rayos que se filtraban por las ventanas,
el polvo imperceptible que se hacía presente.
Me esforzaba por montar en el caballo blanco
y escapar por el tablero hacia otros campos
pero otras figuras salían a mi paso, otras leyes,
las torres de un reino perdido o conquistado.
El tiempo era suave y generoso como el aire.
La fuerza de la gravedad


Sentir el cuerpo en su armonía
obedecer la voz de su instinto
sin alterar los movimientos
sin estupidizar la vida.
La máquina trituradora funciona
no logra detener su marcha
insiste en su recorrido alucinado
con mortífera carga de espejismos.
El corazón no detiene su andar
pompa con arritmia su elixir
denso de informaciones erradas
de pésimas y alteradas gasolinas.
El patrón está siempre ausente:
todos ignoran esta única verdad
entre manías de poderes absolutos
y falsas llamadas a la concordia.


El ser acongojado en su realidad
vacila
la fuerza de la gravedad
que desconoce toda teoría humana
implacable
deja que su oficio se realice.



Tiro con el arco


Extiendo la cuerda del arco
mis pies echan raíces en la tierra
introduzco mi ser en la flecha
dejo que se acalle el respiro
que la percepción del cuerpo se apague
y cuando desaparece la distancia
que me separa del centro
la mano se abre en otra dimensión
la cuerda vibra en mi corazón
la flecha hiere el aire.
No se trata de superar el blanco
se busca tan sólo alcanzarlo.






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