venerdì 29 maggio 2009

GESTOS

Editor Juan Mejìa Baca
Lima – Perú
1964

Había una vez


Por esta ventana a la hora de la siesta
me habrías encontrado en la infancia
o en la calle de tierra con el sombrero azul.
Podrías haber corrido junto a mí
junto a los galerones.
Me hubieras esperado por sanpedro y sanpablo
al borde de las ramas encima de los troncos
o a la hora de la siesta
en aquella ventana de la infancia.


En ese entonces
las casa también crecían con nosotros.


La Reina del Plata


Yo no he salido nunca de esta ciudad
tal vez lo diga para no desordenar
la caja de fotografías
para no rescatar una a una
esas de la Sierra de Córdoba
esa de cuando yo era feliz y estaban todos.
Para mí irme significó siempre
cruzar la estación en dirección a la plaza
porque esos días en el mar
comprobando el intermitente golpe de las olas
para mí tampoco fue salir
ahora cuando digo me voy
existe una complicidad en los otros
mi madre me acompaña a la puerta
y entonces llega el ómnibus
llega el beso sordo de la despedida
las colinas están ahí
con sólo cruzar la General Paz
y el mar es este absurdo río
sucio quieto sin espuma
con un puerto que tampoco me pertenece.
Con ella que bien pudiera tener los cabellos oscuros
vamos siempre a la Plaza San Martín al salir del trabajo
para imaginarlo detrás de la Torre de los Ingleses
a él moviéndose chapoteando en la orilla
los contornos de barcos sin banderas
a él que a veces nos llega en el aire como una canción
cuando gime una sirena
ella me mira a los ojos y sus ojos se enturbian
y yo le pido entonces que no llore.
En esta ciudad de trenos lentos
de trenes interminables y grises
lo he esperado muchas veces en silencio
como para que no llegaran nunca
como aquel día de diciembre
en que la poseí sobre la tierra polvorienta
a ella que era mayor que yo y se pintaba los labios
a ella que entonces me dijo con la respiración cortada:
“querido como has podido guardar tanto amor”
y que después caminamos por esas calles desiertas
mientras amanecía sobre nuestras cabezas
y pasó un carro que dejó olor a naranjas en el aire
y que desde el carro nos saludaron
y que yo respiré hondo
hablando como si lo supiera todo
como si nada fuera para mí sorpresa de los sentidos
y preferí que el tren no llegara
desde el bar frente a la estación
mientras reía ahí solo
viendo pasar por los vidrios sucios
las sensaciones ocultas como en un film.
Aquí en esta ciudad mutilado
buscando un calor que está más allá del tiempo
aquí en esta ciudad yo no frecuento los bares
porque no fumo y el café me hace mal
también porque no tengo con quien encontrarme
cuando lo hago me vienen a buscar a casa
y yo los recibo clandestinamente
como cuando la traje a ella para hacerle el amor.
A veces llega el verano para la piel
para estos poros infatigables
pero un tiempo antes miro el cielo
veo como los gorriones alborotados
arrastran hasta nosotros
los rostros de la nueva estación
y apuro el paso por Corrientes
en cada edificio descubro palomas
que entonces me parecen hermosas
descubro ventanas que me miran como hombres.
Se bien que esta calle no termina en la Vía Veneto
que ni siquiera desemboca en el Sena
pero a veces me basta con salir a este cielo
a este aire colmado de olor a glicinas
para saber que la vida es terminable
y por qué no hasta locamente maravillosa
transponer este destino de cordones
de veredas y calles
y hasta permitirme un silbido
una letra de tango que se parezca a una mujer.

Septiembre 63 Baires

Gestos


Entre las cosas sin sentido
está mi manera de callar
como si la vida fuera un estruendo
o una simple canción para mudos
la escalera por la que nunca subo
la ventana por la que nunca miro
la serenidad que nunca alcanzo
tienen cosas de esta manera muda de vivir
en mis ojos guardo pequeñas fotografías
en mi corazón instantáneas de amor sin revelar
y aunque encendiera fogatas para burlar al frío
para decirle al invierno que envejece sin remedio
no podría colgar mis afectos como a un cuadro
a tu recuerdo como un fusil en la pared
entonces prefiero que nada dependa del lenguaje
de esta manera silenciosa de hablar
porque un día puede estallar el abandono
pueden alborotarse en el jaulón
los pájaros sin pudor de la muerte.

noviembre 1963

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